lunes, 5 de marzo de 2018

Sobre el terrible proceso de hacer una tesis



Dejar todo para alcanzar cada una de las metas que te propongas quizás no es el mejor consejo que alguien pudiera dar, pero, sin duda, algunas cosas necesitan más del 100% de tu atención.

Estoy sentada en una mesa color café, vacía. Sin libros, sin cuadernos, y sobre todo sin miles de copias con avances científicos intentando arrancarme la cabeza; en su lugar, tengo una enorme taza de té negro, y unas papas fritas que lo acompañan; en mi imaginación esa es una combinación sumamente perfecta, la realidad, es otra.

Han sido meses largos, complejos además de ocupados, tardes de lectura forzada de la mano de una vista que ahora se encuentra en las peores condiciones; el oftalmológo me dijo alguna vez que tenía un padecimiento llamado “astigmatismo” en el ojo izquierdo, una causa común de la población actual, a mí me gusta decir que tengo una bonita cornea ovalada, finalmente, son parte de mi fisiología así que puedo llamarlos como considere que es más apropiado. Casi olvido sobre que estamos hablando.

La elección del tema fue lo único que yo no cambie desde el 4 semestre de la universidad, yo estaba segura que quería dedicarme al estudio de la muerte en la población mayor, incluso si eso proporcionaba una curiosidad tan extrema que propiciara mi suicidio en el intento de encontrar respuestas que yo misma me hacía desde los 14 años.

Por azares del destino, el suicidio nunca fue una opción, en su lugar fueron documentales, noticias, libros, e incluso, platicas profundas sobre el tema entre copas de vino; así de obsesionad estaba con el tema. Con el paso del tiempo, la inclinación por una metodología distinta y “nada científica” según los cuantitativos, elegí pertenecer al grupo de investigadores que luchan por hacer ciencia empírica a través del actor social, en lugar de convertir a cada persona en un número que terminará en una gráfica de colores tristes con una explicación que no dará nuevas perspectivas; pero, ese no es el tema ahora y tampoco pretendo que el mundo entienda su importancia en esta entrada; ¡Oye! Lo siento, no quise ofenderte, sé que tú perteneces al otro extremo, pero, seamos amigos aun así, te quiero amigo, a veces menos que hoy.

El asunto es que yo necesitaba hacer algo con todo eso, no podía hacer poesía porqué quería hacer ciencia, pero quería hacer poesía porqué me gusta, a su vez quería escribir un libro con la idea de la muerte de una persona, mi muerte, tampoco lo hice, porqué quería graduarme y estudiar una maestría con una beca, porqué yo no puedo pagarla por el momento; pero, entonces, enloquecí. La presión de tomar una decisión sobre la modalidad de titulación para obtener mi grado de licenciada me estaba matando, así es, ¡matando!, leíste bien. Enferme, mi mente fue un mar de pensamientos irracionales, tenía ansiedad, estrés, panic attacks (por llamarlo de una forma fresa), entre muchas otras cosas.

Finalmente, mi pasión por la investigación obtuvo su medalla de primer lugar, en otras palabras, dije sí a preparar una tesis para graduarme de la Universidad. ¿Segura? ¿Qué? ¿Cuándo te vas a graduar así?, fueron algunas de las preguntas que me hacían las personas, y, aunque la primera mitad del año en que tome mi desición me disparaba frente al espejo con las mismas preguntas, siempre me repetía “Patsy, necesitas una beca, y si debes morir en el intento, pues que así sea”; debo admitir que me gustaba dramatizar el asunto colocándome frente al espejo, mirando mis ojos, atándome una coleta, arrugando el entrecejo a la par de una respiración profunda antes de decir “que la ciencia te lo recrimine si escribes estupideces en tu afán de tener una beca para seguir estudiando” “¡Que la ciencia y todo el mundo te mate si no aportas nada nuevo al tema!” o algunas veces decía “lindura, tienes que hacer un buen trabajo, ¿escuchas? ¡UN BUEN TRABAJO!; en fin, el tiempo avanzaba, con ello mis aspiraciones, la necesidad económica avanzaba, así como otros miles de proyectos que quería hacer porqué sentía o siento, que soy tan grande y aún no hago nada con la vida, nada que valga la pena.

En fin, un día hablando con un chico de ojos bonitos y manos hábiles con la guitarra dijo: “vas a tener esa beca” y ¡se hizo el hechizo! recordé que necesitaba apurarme porqué realmente quería lograrlo, porqué me gusta, porqué puedo, porqué creo que el mundo lo necesitará algún día, sobre todo cuando la muerte toque a sus puertas y no entiendan absolutamente nada, igual que yo.
Los dedos hicieron magia, la laptop soporto todo el peso del estrés encima, y mis papás y amigos la cara de amargada que tenía cuando estaba cansada; por las noches era la bellísima tesista soñadora, por las mañanas era la asistente fiel en una linda oficina, a media tarde era cansancio, hambre, hambre, y más hambre; o mejor dicho, una ansiosa en toda la extensión de la palabra.

Poco a poco, el barro dejo de ser simple barro y comenzó a formar parte de una materia esencial para la creación de una pieza artística; el humo de los coches formaba parte de una secuencia inmensa infinita, mientras que el sonido del teclado y la música en ingles acústica formaban una ceremonia religiosa; un día incluso, coloque una veladora junto a un árbol de la vida; ore a la naturaleza por ayuda, yo pensaba “yo ayudo para que tú estés mejor, ayúdame a encontrar la esperanza que necesito para terminar esto” el té negro en pequeñas porciones se convirtió en una taza de unos 15 cm de altura de pura droga, y el cabello se peinaba solo, incluso. Así de maravilloso estaba siendo el proceso. 





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